Antonio salió de la cárcel a
mediados de diciembre, a través del Patronato de Liberados pudo alquilar un
pieza en una pensión cerca del lavadero de autos donde trabajaria
Había perdido todo, el amor, su
bienestar económico aunque mal habido,
los amigos se alejaron, nadie quiere inmiscuirse con un ex presidario, peor con un estafador
Llegaban las fiestas de fin de
año, se ofreció a cumplir todos los turnos disponibles, no tenía con quien
compartir. A las 19 hs del 24 de diciembre, cerraron, comenzó a caminar sin rumbo. Llego a la Plaza Azcuénaga,
estaban terminando de levantar los
gazebos blancos que cargaban con gran prolijidad los feriantes, felices por las
ventas y con ganas de ir a sus casas a compartir la cena navideña
Se sentó en uno de los bancos,
fumo un cigarrillo, mientras sus pensamientos volaban hacia el pasado. De
pronto se levantó con un solo movimiento, tomo el diagonal hasta la Parroquia de Nuestra Señora del
Perpetuo Socorro
Como era costumbre, en estas festividades, cerraban la calle, colocaban las sillas
blancas de plástico para los feligreses, encontró un par vacías, eligiendo la
más alejada del altar preparado sobre la vereda, donde el padre Mario daba la
Misa de Gallo
Su madre asistía regularmente,
unas pocas veces, a regañadientes lo
acompañaba. Recordó la primera vez, cuando descubrió que el número de era 666
Hay numerosas hipótesis sobre el
significado, su madre trato de hacerle entender que en el Libro del Apocalipsis
de San Juan, el 666 se refería a una
serie de visiones que profetizaban el fin del mundo. Ya no tenía importancia,
ella había muerto, algunas veces había hablado del tema con los pastores en la
cárcel, no lo convencieron, para Antonio
era del número del diablo
Cuando termino la misa, se fue
caminando, en la pensión habían quedado solo tres personas, un estudiante de
medicina de Ecuador cuyos padres hacían un gran esfuerzo para mantenerlo, por
lo cual no podía viajar y dos santiagueños empleados en la construcción que pensaban viajar a sus casas para fin de año
Doña Manuela, la encargada de la
limpieza, les había preparado una mesa con pollo asado, papas, una jarra de
jugo, pan dulce y una sidra. En ese
momento recordó que le había pedido unos
pesos para esa cena. Hubiera preferido
acostarse, pero no quiso despreciar a sus compañeros y tenía hambre. Contaban anécdotas como se perdían en la
ciudad, los nombres de algunas plazas,
etc. A las 12 brindaron y todos se pusieron muy nostálgicos
Con los ruidos de la pirotecnia
se alejaron de los recuerdos, luego de un tiempo, se fueron a descansar
La semana siguiente transcurrió
muy rápido, noche de fin de año, esta vez arreglo con el joven ecuatoriano en
comer en una parrilla cercana a la pensión, mezclarse entre la gente hacia que
no apareciera la melancolía.
Durante el verano trabajo muchas
más horas por las vacaciones de sus compañeros del lavadero, logro ahorrar una
buena suma y decidió comprarse una motito usada pero en buenas condiciones, con
la cual los domingos o feriados recorría la ciudad y los alrededores
Lapislazuli
No podía quedar inconclusa la historia de Antonio.
ResponderEliminarUn beso dulce y dulce semana para ti.
Ya me parecía que no tardarías en volver con esta historia, acá te sigo Lapislázuli, un abrazo!
ResponderEliminarQue bueno volver a leerte.
ResponderEliminarUn beso.